sábado, 2 de octubre de 2010

Ese maldito yo

Autor: Emil Ciorán

Título original: Aveux et anathémes

Año de publicación: 1987

Libro de citas, se omitirán las comillas.

Soy un cobarde, no puedo soportar el sufrimiento de ser feliz.

"Me sorprende que un hombre tan extraordinario haya podido morir", escribí a la viuda de un filósofo. Sólo me di cuenta de la estupidez de mi carta tras haberla enviado. Mandarle otra hubiera sido arriesgarme a una segunda sandez. Tratándose de pésames, todo lo que no es cliché raya en la inconveniencia o en la aberración.

Septuagenaria, Lady Montague confesaba haber dejado de mirarse en el espejo hacía once años.
¿Excentricidad? Quizá, pero únicamente para aquellos que ignoran el calvario del encuentro cotidiano con su propia jeta.

El mejor medio de desembarazarse de un enemigo es hablar bien de él por todas partes. Acabará enterándose y dejará de tener la fuerza necesaria para perjudicarnos: le habremos roto su resorte... Seguirá atacándonos pero ya sin vigor ni consecuenciasm pues inconscientemente habrá dejado de odiarnos. Ha sido vencido e ignora al mismo tiempo su derrota.
¡Si supieran los hijos que no he querido tener la felicidad que me deben!

Quien no muera joven, se arrepentirá tarde o temprano.

"Dios no ha creado nada que odie más que este mundo y tanto lo odia que desde el día en que lo creó no ha vuelto a mirarlo."
No sé quién fue el místico musulmán que escribió esto, ignoraré siempre el nombre de ese amigo.

No son los males violentos los que nos marcan, sino los males sordos, los insistentes, los tolerables, aquellos que forman parte de nuestra rutina y nos minan tan meticulosamente como el tiempo.

Mientras me exponía sus proyectos, le escuchaba sin poder olvidar que no le quedaban más que unos días de vida. Qué locura la suya de hablar de futuro, de su futuro. Pero, ya en la calle, ¿cómo no pensar que a fin de cuentas la diferencia no es tan grande entre un mortal y un moribundo? Lo absurdo de hacer proyectos es sólo un poco más evidente en el segundo caso.

Amar al prójimo es algo inconcebible. ¿Acaso se le pide a un virús amar a otro virús?

El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir, la única en realidad.

Muy injustamente, se otorga al tedio un estatuto menor que a la angustia. En realidad es más virulento que ella, pero le repelen las demostraciones que tanto le gustan a aquélla. Más modesto y sin embargo más devastador, puede surgir en cualquier momento, mientras que la angustia, distante, se reserva para las grandes ocasiones.

Según un antiguo chino, una sola hora de felicidad es todo lo que un centenario podría confesar haber gozado tras haber reflexionado bien sobre las vicisitudes de su existencia...
... Puesto que todo el mundo exagera, ¿por qué los sabios habrían de ser una excepción?

Todo sucede demasiado tarde, todo es demasiado tarde.

Fatiga independiente del deterioro de los órganos, fatiga intemporal, para lo que no existe paliativo alguno y con la cual ningún reposo, ni siquiera el último, podría acabar.

Todo es saludable, salvo interrogarse constantemente sobre el sentido de nuestros actos, todo es preferible a la única cuestión que importa.

Mis molestias o, mejor, mis males, hacen una política que no entiendo. Unas veces se conciertan y avanzan juntos, otras cada uno va por su lado, con frecuencia se combaten; pero tanto si se entienden como si se disputan, se comportan como si sus maniobras no me concernieran, como si yo no fuera más que su espectador estupefacto.

Todo el mundo me exaspera. Pero me gusta reír. Y no puedo reír solo.

No habiendo sabido nunca lo que busco en este mundo, sigo esperando a quien pueda decirme lo que busca él.

El sentido agudo del ridículo hace difícil, por no decir imposible, el menor acto. ¡Dichosos los que no lo poseen! Nunca sabrán lo mucho que le deben a la Providencia.

A la pregunta de por qué los monjes que le seguían estaban tan radiantes, Buda respondió que ello era debido a que no pensaban ni en el pasado ni en el futuro. En efecto, nos apesadumbramos en cuanto pensamos en uno o en otro, y nos apesadumbramos totalmente en cuanto pensamos en los dos.

Si las relaciones entre los seres humanos son tan difíciles es porque el ser himano ha sido creado para romperse la cara y no para tener <>.

Que a alguien no le guste lo que hacemos lo admitimos más o menos. Pero si desprecia un lobro que le hemos recomendado, eso es para nosotros algo mucho más grave, que nos hiere como un ataque solapado. Pues duda de nuestro gusto y hasta de nuestro discernimiento.

Podemos amar a cualquiera salvo a nuestros semejantes, precisamente porque se nos parecen.
Este hecho basta para explicar por qué la historia es lo que es.

Para engañar a la melancolía hay que moverse sin tregua. En cuanto nos detenemos, ella se despierta, si es que alguna vez se adormeció realmente.

Toda victoria es más o menos una falacia. Sólo nos afecta en la superficie, mientras que las derrotas, por muy pequelas que sean, nos hieren en lo más profundo de nuestro ser, donde procurarán no hacerse olvidar, de manera que, suceda lo que suceda, podemos contar con su compañía.

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