sábado, 21 de abril de 2012

La edad de la punzada

Autor: Xavier Velasco
Año: 2012

Si pudiera elegir, preferiría robármelas antes que soportar el suplicio de bailar una cumbia, cuando no sé ni de qué hablar con ellas.

¿Qué tanto más se puede uno quemar ante quienes ya opinan que es un animal raro?

No te imaginas que la vida siga después de que te pasa lo que más temías.

Si algo he aprendido de la timidez, es que cuando uno teme que va a hacer el ridículo es porque ya empezó y no va a detenerse.

No importa en qué colegio ni a qué edad, todos los distraídos compartimos un mismo enemigo: el profesor de Matemáticas. Por más que sea simpático, o hasta buena persona, su destino es hacernos padecer.

En las fiestas, en cambio, perdemos la gracia. Hacemos el ridículo tan seguido que parece a propósito, pero es que somos torpes y burlones: la clase de pandilla que nunca agarra vieja, y si una incauta llega a caer con uno, los otros se pelean por espantarla.

Me encantaría saber qué se siente no odiar la vida de ocho a dos, de lunes a viernes, del primero hasta el último minuto. No tener que pararte de la cama con ganas de chillar, ni salir de la casa con el aguijón tenso porque ya viene la hora de pelear contra todos y contar los minutos que aún faltan para irse a la chingada de esa jaula asquerosa.

En realidad, ninguno de mis enemigos sabe que nací exactamente a la mitad del signo de Escorpión, pero abusan de mi ascendente Acuario, y eso a los escorpiones no nos gusta. Somos amigos leales y enemigos impredecibles, según leí en una cajetilla de cerillos Talismán que todavía guardo, para fortalecerme.

Cuando uno es aplicado, cree que los reprobados están siempre tristísimos, o deberían estarlo, y que si están contestos es porque de seguro no tienen vergüenza.

La verdad es que tdo puede siempre estar peor. Si te cortan un brazo, les queda aún el otro. Si faltan los dos brazos, tienen dos piernas listas para amputar. También están los dientes, las orejas, la lengua, un ojo, el otro, y todavía entonces todo podría ser peor.

Y ese es mi gran problema, paso mucho más tiempo imaginando las cosas que viviéndolas.

Donde no hay solución ya tampoco hay problema.

Ya me cansé de esperar que me quieran, ahora nomás espero que me aguanten. Y si no que se jodan.

... para alcanzar mayor placer en el acto sexual necesita uno dejar de masturbarse a lo largo de diez días seguidos. O sea, ser un héroe.

En mi humilde opinión, lo más sabroso de las cochinadas es pasarse las noches imaginándolas. Yo diría que el gran placer sexial está en hacerse ciento veinte chaquetas pensando en una cosa, ir a hacerla y repetir las ciento veinte chairas anteriores cotejándolas con las originales.

Qué más da si la herida se me pudre, me conformo con que ya no me duela.

A uno le pasa lo que tiene que pasarle, y si son tantas cosas tan jodidas entre tantas tan buenas, debe de ser porque a uno le tocaba contarlas.

La familia, el colegio, el trabajo: cuando nada funciona, queda el consuelo de que nada te importe.

Insisto en que las cosas no pasan nada más a lo pendejo. De otro modo, la mierda estaría mejor repartida.

Para valer la pena, una vida debe ser digna de contarse...

Un buen amigo es el que inventa una coartada para justificarte por haberle partido el hocico, tendría que decir el evangelio.

... en ese patio entendí que lo peor de la desgracia es que no tiene fondo. Te puede ir peor y peor y peor y peor y peor. Te puede ir mal por años, o por décadas. Solamente los muertos tocan fondo...

3 comentarios:

Se solicitan recomendaciones tanto de textos a leer como de citas de la obra en cuestión que el dueño de este lugar haya omitido además de textos que enriquezcan más este altar de la sabiduría bibliográfica.