lunes, 14 de mayo de 2012

La invención de la soledad

Autor: Paul Auster
Año: 1982
Título original: The invention of solitude

Podemos aceptar con resignación la muerte que sobreviene después de una larga enfermedad, e incluso la accidental podemos achacarla al destino; pero cuando un hombre muere simplemente porque es un hombre, nos acerca tanto a la frontera invisible entre la vida y la muerte que no sabemos de qué lado nos encontramos.

Nadie llama un domingo a las ocho de la mañana si no es para dar una noticia que no puede esperar, y una noticia que no puede esperar es siempre una mala noticia.

Cuando a un hombre la vida le resulta tolerable sólo si permanece en la superficie de sí mismo, es natural que se sienta satisfecho obteniendo esa misma superficie de los demás.

Uno no deja de ansiar el amor de su padre, ni siquiera cuando es adulto.

Supongo que es imposible entrar en la soledad de otro. Sólo podemos conocer un poco a otro ser humano, si es que esto es posible, en la medida en que él se quiera dar a conocer.

Si uno observa al mundo sólo a través del prisma del dinero, acaba por no ver nada en absoluto.

<> (Proust).
               
Como en Pascal: <>

Un hombre se sienta solo en una habitación y escribe. El libro puede hablar de la soledad o compañía, pero siempre es necesariamente un producto de la soledad.

Es imposible estar seguro de nada.

Sí es posible que no crezcamos, que aunque nos hagamos viejos, sigamos siendo los niños de siempre. Nos recordamos como éramos y sentimos que somos los mismos. Nos convertimos en lo que somos, pero seguimos siendo lo que éramos, a pesar de los años. No cambiamos por voluntad propia. El tiempo nos convierte en viejos, pero nosotros no cambiamos.

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